Existe realmente el destino o solo es una utopía.

Nunca les conté cuando fui a visitar al Oráculo. Bueno era 2001, estaba como a un mes de los exámenes finales para el probatorio de ingreso en la UNA. “Ivai che porte”, me pase 4 meses de farra y quería aprender todo en 2 meses. Ya me daba cuenta que todo conducía a que no ingrese.

Fui a consultar con un Oráculo en la ciudad de Quiindy, un psicólogo, docente además, que había desarrollado la intuición demasiado bien, y fue una luz para un centenares de personas en esta región del país. Debía de ir a hacer turno eso de las 5:00 porque sí llegabas a las 6:00, ya había como 30 personas esperando. En promedio atendía unas 100 por mañana, si mal no recuerdo.

Bien fui, esperé mi turno y consulté, me preguntó cuál era mi preocupación, le dije: “Quiero saber si voy a ingresar o no”, me tomó de la muñeca del brazo derecho buscando mi pulso, al cabo de unos segundos me dijo: “Pedro, yo te veo en la UNA”. Por poco saltaba de alegría. Y después dije: “Bueno si es el destino o el Plan de Dios que él haga su parte”.

En mis exámenes (que eran de selección múltiples), cerraba mis ojos, esperando la iluminación divina para marcar las respuestas correctas, buscaba con los ojos desenfocados o cualquier mecanismo para dejarme llevar por la corazonada, y marcaba la respuesta “correcta”. Entregaba el examen y caminaba soberbio porque Dios debía hacer su parte si él quería que ingrese, total era su plan no el mío; y si no ingresaba era parte de su plan también, yo solo debía estar tranquilo.

Cuándo salió la nota de física, pun!! Por mi cara un feroz 1, y no ingresé. Volví a casa frustrado, porque “Dios” no me había ayudado además le pedí súper bien, y era su culpa. Claro que yo no tenía la culpa de haber farreado como unos 150 días en los cuales debía estar estudiando. Un par de semanas después surgió la posibilidad de estudiar una carrera a fin en la muy hermosa ciudad de Pilar, y asumiendo que era parte del destino.

Llegué a fin de año, había aprobado todas las materias con buenas notas y ya estaba matriculado en el 2do año. Todo estaba más que bien, inicialmente vivía en la casa de una de las amigas de mamá, la familia Torres, que me había acogido con mucho cariño, pero ya al iniciar el 2002, tenía mi pequeño departamentito. Tenía un colchón en el suelo, y una mesita; de a poco iba a ir equipando todo cuando encontraba trabajo. Además de eso, me había enamorado perdidamente de una muy hermosa mujer que tenía ascendencia koreana, y ñandejarazapatu luego, era más linda que el pensamiento del primer aniversario de un amor de pubertad (jajaja). No me daba ni una pizca de bola; pero a la par (y como siempre sin sentido en algunas cosas la vida) había una muy pero muy linda dama quien estaba perdidamente enamorada de mí y yo no le daba ni una pizca de bola. Era chiquitita, de piernas anchas y hermosas, blanca como la luna, ojos claros, labios rosados y una cabellera negra hasta la cadera; en ese momento había decidido a ver que surge con ella.

Todo era perfecto, pero cada noche, cuando me acostaba en el piso, en mi fino colchón miraba el techo y no podía dejar de pensar en ingresar a la UNA, ese debate me atormentaba hasta la muy entrada de la madrugada. Pero también decía “Por algo ya estoy aquí” mi destino me trajo aquí. Hasta que un día dije: “Que es lo que yo quiero, cual es mi plan”, me tentaba la idea que sí puedo cambiar mi destino, que todo depende mí, yo no ingresé, no porque mi destino me llevó a Pilar, yo ingresé por pelotudo, por irresponsable, por preferir amanecer tocando la guitarra que estudiando, y no había ingresado por mi culpa, Dios no tuvo nada que ver.

Un día ya harto de tantos debates nocturnos, decido darle fin. Hablé con mi padre y le dije mi intención de dejar todo y volver a tratar de ingresar, recuerdo bien sus palabras: “Esta es la última oportunidad que te doy, si no ingresas vos ya no sos mi problema, ya sos mayor de edad”. En unos segundos, pasó por mi mente dejar todo, dejar el 2do año de otra carrera, dejar mis amistades, a la dama de ojos claros, dejar mi dpto., dejar todo, para volver a intentar algo que ya me había dado el sabor del fracaso, volver a esa incertidumbre de medio año “Será que voy a ingresar??”. Le miré fijamente a los ojos y le dije: “Sí papá, voy a tomar esta última oportunidad”, y estrechamos las manos.

Y así, deje todo en pilar para volver a matricularme, dejé mis amistades, dejé de ser bombero, dejé de tocar guitarra, y solamente me pasé estudiando 6 meses, de lunes a lunes unas 14 a 18 horas al día, y finalmente ingresé a la UNA. (explico más detalles de esta etapa en mi libro). Volví a casa eufórico, feliz por haber cumplido mi sueño, un par de días después recuerdo lo que me dijo mi Oráculo “Pedro, yo te veo en la UNA”, y así fue. No fue mi destino, ni fue el Plan de Dios, fue el resultado de una enorme frustración y de muchísimas pero muchísimas horas de estudios, de fines de semana en libros y pizarras, con otros compañeros que también soñaban con ingresar. Recuerdo esas noches que seguía durmiendo en el suelo o en una cómoda cama en la casa de algún compañero, que después de muchas largas horas de estudios, dando todo cada día, me acostaba mirando el techo con la acusante pregunta ¿y si no ingreso? ¿valió la pena dejar todo?, y tiempo después cambié por estos pensamientos ¿di todo mi esfuerzo hoy? ¿desperdicie mi tiempo en otra cosa que no sea estudiar?

No sé si el destino existe o no, tampoco soy un oráculo y mucho menos un hombre de una ciega fe. Como dice la música “La vida modelo” de Juana la Loca: “Yo soy mi destino porque creo en lo que hago”. No pretendo ofender a nadie en su fe ni cuestionar nada, pero antes que molestarle a Dios pidiéndole algo, que tal si no le pedís nada y trabajas a muerte, para que él se sienta orgulloso de la garra que le pusiste a todo, y no que apelaste a la suerte dando un gran esfuerzo rezando un par de Padre Nuestros esperando que las cosas cambien.

El hecho de amanecer vivos sí debemos de agradecer a Dios por tener una nueva oportunidad, lo que hacemos cada día ya es nuestra responsabilidad, la suma de tus decisiones diarias es lo que con el tiempo puede llegar a cambiar tu vida.

Una utopía es creer que el destino existe, el destino es la proyección de tus acciones diarias, si quieres cambiar tu futuro, entonces cambia tu presente. Y a Dios… bueno rézale para compartir tus logros, contándole que, a pesar de todo pudiste salir adelante, para que con mucho orgullo diga: “Ese es mi hijo/a”.

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