Ser una buena persona no te hace inmune al sufrimiento.

En algún cuento de hadas, nos han vendido la historia que los buenos siempre ganan, y esta demás que les diga que esa no es una verdad. La vida es cruel, injusta, fría, dura, brutal, desalmada y todos los sinónimos que podemos encontrar. Van a decir que soy exagerado, pero es así. Un día te vas caminando por la calle, disfrutando de tu nuevo celular que te faltan años por pagar todo, y aparecen unos chorros que te roban como si nada.

Siempre creí en el equilibrio del universo, siempre pensé que iba a recibir a medida que daba, pero aprendí que das 19 veces, pero la vez 20 decís que no, y ya te tildan de lo peor. Aprendí que no siempre podemos tener lo que queremos, o lo que queremos no siempre nos quiere. Me tocó ver como personas que me lastimaron seguían con su vida como si nada, al contrario, mejor de lo que yo estaba. Me tocó ver tantas veces como en verdad los malos siempre ganan, y que solo en las novelas o películas los buenos llegan a la victoria.

El otro día leí una frase que decía: “La vida es injusta, todos estamos en el mismo océano, pero algunos en yates, otros en canoa y estamos los que vamos nadando como podemos” nunca encontré nada más cierto, tan acertado a la realidad. ¿Pero entonces que hacemos? A esta altura de mi vida, hace rato que dejé de creer que existe un plan mágico que va a resolver mis problemas. Aprendí a las duras, que la vida es solo la suma de hechos al azar, de decisiones que tomaste y otras que no, pero al final te afectaron en demasía.

La ventaja de la vida dura y del sufrimiento, es que el iluso que llevamos dentro va muriendo, nos volvemos duros, fríos y desarrollamos una inmunidad a la angustia. La única ventaja de que te rompan en mil, es que cuando te repones, te transformas en una nueva versión, en una versión más fortificada, en algo que ya no te afecta lo que dirán ni lo que piensan de vos, aprendes a vivir la vida bajo tus conceptos, sin esperar nada de nadie.

Muchas veces idealizamos tanto a las personas equivocadas, que cuando estas nos muestran su verdadero ser, nos reusamos a aceptar y soñamos con que podemos hacerlas que cambien gastando años tratando de enderezar la rama curva.

¿Entonces debemos dejar de ser buena persona? No, no podés cambiar quien sos, no puedes despertarte un día y decir que desde ahora vas a actuar con malicia. La vida reparte las cartas, y vos decidís que hacer con ella. Te van a mentir, te van a usar, pero no por eso vas a dejar de ser quien sos. El sufrimiento te templa el carácter. Las injusticias te dan fuerzas para seguir nadando. Vos sos el amo y señor de tu destino y lloriquear no es una opción. Te toca lo que te toca, se pone pecho y se avanza como se puede.

Siempre recuerdo aquella vez que lloré debajo de un enorme árbol al costado del Ypoá, estaba en mi moto carga y fue un mal día de ventas, pero también lloré otras veces de felicidad, de ver cómo había llegado tan lejos sin rendirme; aprendí a pelear a muerte por las cosas que quiero, aprendí que nadie te regala nada, que estamos solos y que debemos enfocarnos tanto en el futuro que queremos para poder salir de la cloaca que nos toca vivir.

Los tragos amargos son parte del elixir de la vida, como vas a poder disfrutar del dulce sabor de la miel sin haber tragado antes unos sorbos de ajenjo. Como vas a poder valorar al amor de tu vida, si no pasaste por un infierno antes. Como vas a poder deleitarte de un “Que tengas un lindo día mi amor, te prepare un sándwich para tu terere rupa” si lo tuviste siempre, si siempre fue normal que te tengan de rey o reina. Solo cuando pierdas el cariño de una persona te darás cuenta que eres normal y que solamente otros ojos pensaron que eras increíble.

Hoy día ya no busco ser un príncipe azul, ni mucho menos el hombre ideal, soy como soy y no pretendo cambiar, tengo mis luces y sombras, y para peor, disfruto mucho de mi soledad. No tengo que llenar las expectativas de nadie, ni hacer cosas solo para agradar a otra persona. El poder de la soledad radica en que disfrutes de tu tiempo a solas y cuando decidas compartir lo haces porque en verdad te interesa disfrutar de la compañía de otra alma.

Ser buena persona no te hace inmune al sufrimiento, pero el sufrimiento te templa y endurece tanto la piel que los pequeños rasguños ya ni sangran. Ser buena persona con la piel dura, hace que solo te enfoques en dar sin esperar nada a cambio, en ser amable porque sos amable y no porque buscas agradar ni que te acepten. Haces el bien, porque alimenta tu corazón y no necesitas presumirlo en las redes buscando la aprobación de la gente.

El gran desafío es que a pesar de todo lo malo del mundo, de todo el sufrimiento que te toca vivir, tu bondad se mantenga inmune, que tu esencia no cambie, que ese infante que llevamos dentro siga siendo feliz, que la vida de adultos solo sea un caparazón para que nuestro niño interior pueda seguir sorprendiéndose por la belleza de un amanecer.

Siempre buscamos a quien culpar de nuestra desdicha, pero la verdad somos los únicos responsables de todo, somos los únicos que podemos cambiar de realidad. Si hoy te toca sufrir, entonces hazlo con honor, con la frente erguida, que mañana cuando todo termine, seguirás caminando de frente. Los pantanos son parte del paisaje y debemos atravesarlos si queremos llegar al otro lado.

La vida es injusta, cruel y dura; pero también es hermosa, llena de amor y felicidad. Es un camino largo que todos debemos andar, habrán días de sol, de lluvia, primaveras, inviernos, pero siempre debemos seguir andando, ya en el ocaso de nuestros días, tendremos muchas historias que contar a nuestra descendencia.

El sufrimiento es parte del diario vivir, que no te cambie, que tu bondad siga intacta a pesar de lo que te toca, total quien sabe, algún día el azar te traerá un alma tan rota como vos, quien te entenderá sin que digas nada, que no te juzgará por nada, que te aceptará con tus cicatrices y solo se enfocará en darte lo mejor, porque es exactamente lo que vas a hacer por esa persona.

No existe mal que dure 100 años, la oscura noche es parte del hermoso amanecer al igual que el sufrimiento es parte de la felicidad.

Ser una buena persona no te hace inmune al sufrimiento, pero te templa el carácter para enfrentar las próximas tormentas que llegarán a tu vida.

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